LA HORA DEL RECREO I
El primer post del año, no sabía que subir. También tengo tanta creatividad encima que es difícil centrarme solamente en un proyecto. Para los que no lo sepáis, aparte de tener este blog tengo otros tantos y ahora, he comenzado con la maquetación de mi segundo libro. Tenéis toda la información en mi Instagram @lune_vert.
Estoy atravesando una crisis creativa, si curioseáis podéis ver que mis publicaciones de Instagram han desaparecido, me estoy replanteando volver a subir Urbex en esa cuenta o centrarme solo en el Blog. Me siento demasiado cómoda en esta plataforma y las redes sociales, me dan mucha ansiedad. No solo existen buenos exploradores, también pueden ver tus fotos chatarreros o vándalos con ganas de hacer sangrar.
Al final esta afición es como una batalla constante, donde debes caminar con mucho cuidado y escapar de los obstáculos y las malas prácticas.
A veces siento que me consume y que necesito salir de ese agujero.
Aunque no todo es malo, también tiene sus cosas buenas y conoces a personas increíbles por el camino, gracias a fotografiar la decadencia que los seres humanos normales detestan o les provocan una sensación de desagrado. Somos pocos los que gozamos de este don que nos ofertó dios.
Bien, ahorrándome la chapa. Hoy os traigo un lugar muy especial.
Cuando trabajaba en el bar, mi jefa me dio un finde libre, el primero en todos los años que estuve trabajando allí. Así que decidimos alargar la ruta y hacer algo.
Recuerdo que era un sábado muy soleado y que había gente hasta debajo de las piedras.
Esta ubicación estaba cerca de una colmena de personas que gozaban de ponerse morenos.
Además, existían muchos más obstáculos que ponían en riesgo la misión.
Había una abeja reina que estaba muy atenta a las proximidades del territorio y que vigilaba al resto de sus hijas-abejas que merodeaban indefensas.
Así que teníamos que hacerlo rápido. Sin ser vistos, nos entrometimos en la zona vallada. Eran varios edificios conjuntos, así que este mes me dedicaré a dividirlo en varios posts porque os prometo que la superficie del lugar era enorme. De hecho, tuvimos que tomar serias decisiones sobre a cuales entrar y cuales dejar para la siguiente ocasión. Antes de que los derrumben.
Entramos en una vieja escuela llena de musgo verde por cada rincón. Al pasar la ventanita que daba acceso al interior, las pizarras nos otorgaban mensajes sugerentes por doquier y el fantasma de un niño, nos invitaba a jugar con él a la pelota. Me llamaréis loca pero la pelota por culpa de la brisa, se movía de vez en cuando y daba la sensación de que había alguien más entre nosotros.
Los pasillos parecían sacados de una película de terror y la luz que incidía por las claraboyas quedaba de foto. Según ibas avanzando, las clases vacías te enternecían hacia la historia del lugar. ¿Por qué todo había quedado abandonado? Ahora solo las hojas otoñales disfrutaban de la profundidad y grandeza abismal del lugar. Entre extintores vacíos y pupitres de madera sin herramientas que portar.
No sé cuanto tiempo estuvimos allí dentro, pero el ambiente era embaucador y embriagador. Resultaba muy entrañable pensar en aquel pabellón lleno de niños y niñas jugando y disfrutando del sol. Hoy solo quedaba el vacío de las aulas y la inexistencia de algún ruido. Tan solo el silencio aterrador y lúgubre que los abandonos trasmiten con su decrépito estado, nos acompañaba en la misión.
No sé a vosotros, pero a mi me inspira. Os dejo las imágenes para que podáis sumergiros en la historia.
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