LA CASA DE LA SALAMANDRA
Imaginaros entrar en una casa en las profundidades del bosque en una completa oscuridad a lo alto de un pueblo. Sin tener mucha idea de donde estás pisando, ni de como se conservará el lugar, tampoco de la cantidad de bichos que estarán trepando por tus piernas mientras accedes por aquellas enormes zarzas y malezas.
Esta historia es real. Nos pasó a @jarabes_urbex y a mí.
Se nos había hecho tarde, no teníamos ni idea de donde íbamos a pasar la noche y no quedaba tiempo para darle muchas vueltas. Así que como esta casa era la siguiente de nuestra ruta, decidimos entrometernos de madrugada, sin ser vistos e intentar descansar en ella y por la mañana, sacarle unas fotos y luego continuar nuestra aventura.
Para acceder a la misma, primero nos metimos por el camino más difícil, lleno de escombros y algún bloque de cemento como si antiguamente, estuviesen pensando en reformar la vivienda.
Nuestros amigos, los perros; se dieron cuenta de nuestra presencia y no tardaron en informar al pueblo de que unos locos estaban invadiendo una casa. Nos fuimos por donde vinimos e intentamos la vía segura.
Por el lado izquierdo de la finca, había una pequeña subida que nos conducía directamente a un camino que llevaba a la casa. De noche, en plena oscuridad para no ser vistos por la luz de nuestras linternas y en completo silencio, parecía que estábamos metidos en "La Cabaña del Bosque". (Una de mis pelis favoritas y que si no habéis visto, os la recomiendo encarecidamente).
Aunque la casa en nada se parecía a una humilde cabaña para seros sincera. Justo en frente de la puerta, nos encontramos una pequeña salamandra. A David siempre le encantaron los anfibios así que no dudó en cogerla y dejar que reptara por su brazo mientras yo le observaba con pánico.
Creo que el único anfibio que no me causaba pudor eran las tortugas y porque tuve dos cuando era más pequeña y eran seres muy pacíficos. Aunque en mi mente eran hormigas, ya de pequeña destacaba por mi dislexia desenfrenada.
Sigamos con la casa, que me voy por las zarzas.
Dejamos a la salamandra en su piedra - hogar y nos aventuramos a la casa.
Al ser de noche no pude apreciar lo bonita que era pero aún así, echando una vista rápida al comedor y al salón, me quedé boquiabierta. Aparte desde las ventanas, había una increíble panorámica de todo el pueblo. Estábamos en lo alto y se sentía muy gratificante pensar que mientras todos dormían plácidamente, nosotros les observábamos desde allí arriba.
Al despertar me sentía frenética, tenía muchas ganas de ver la casa con un poco de luz del amanecer.
Era fascinante, aunque la vivienda era bastante oscura, el pequeño halo de luz que entraban por las fiestras hacían que la casa te recibiese de forma acogedora.
La casita solo tenía una planta, era pequeña pero estaba bien distribuida. Se notaba que la habían recolocado y limpiado. Estaba en muy buenas condiciones a pesar del tiempo que llevaba abandonada y de los múltiples exploradores que pasaron por ella.
Todo el mundo la conocía por la Casa de las Ratas, dado que cuando fue descubierta por Tiempo de Urbex, había crías de rata muertas en el sofá del salón. Aunque ahora ya no quedaba rastro de ellas y daba gracias.
La cocina fue un lugar que me sorprendió, no porque tuviese algo especial. Fue por un gran charco de agua en el suelo que no parecía proceder de ningún lugar. Las casas siempre guardan algún que otro misterio en su interior que nunca es resuelto.
Me gusta pensar que el alma de los dueños sigue presente en cada una de las casas, como si se tratase de un ángel protector.
Sobre la historia de la casa, no pudimos averiguar nada, aunque se palpaba a kilómetros que fue de una familia o un señor adinerado. Y es que viendo el salón y el comedor, parecían sacados de la realeza. También, por la decoración se veía que era una familia bastante devota.
También encontramos una esquela de un señor de 78 años que por la foto que encontramos, parecía que era marinero. Había muchas fotografías, algunas las veréis en las imágenes de más abajo.
Lo que me hace pensar que se trataba de una familia eran las dos habitaciones de al lado del comedor. Sobre todo una de ellas, tenía muchas pegatinas de jugadores pegadas en el armario. Me causó la sensación de que se trataba de un niño y que su pasión era el fútbol. Aunque no encontramos juguetes ni nada que certifique mi teoría. Como siempre, hablo desde el desconocimiento y guiándome por las sensaciones que me trasmitió la casa.
Os dejo disfrutar del spot mientras me retiro lentamente...🏠🚲
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