UNA CAÑA EN LAS ALTURAS
¿Te imaginas pasar por la nacional en coche y encontrarte un avión completamente oxidado al lado de la carretera y a la vista de todo el mundo?
Más de un turista se habrá llevado un susto y es que en Galicia, estamos repletos de sitios con encanto y este no iba a ser uno menos.
La finca donde está ubicada el avión ha pasado por tantas manos... Aunque ningún dueño se ha atrevido a desalojar el curioso artilugio de ella. Es un claro símbolo y además, se encarga de unir Pontevedra y Santiago de una forma muy original.
Algunos lo ven como una ruina, un desperdicio y una chatarra que cada día se hunde más y más entre las zarzas. Otros, catalogan la máquina como un ingenio y para los demás, simplemente pasa desapercibido.
Actualmente, ya no queda vida en él y poco a poco, vemos como llega a su destino final.
¿Y cómo llego el avión a posicionarse en la finca? Vamos con un poco de historia.
Fue a principios de los años 80, tres convivientes de la zona compartieron la insólita idea de fabricar un avión, solamente con chapa unida con cierres de las puertas de los camiones; y transformarlo en un bar. En su interior, contaba con un tapizado en todas las paredes y una barra, nada más entrar; de madera. También, sobraba sitio para un par de mesas y sus respectivas sillas.
La edificación de hojalata se hacía llamar "Bar O Avión", destacando la originalidad de sus dueños que eran conocidos en la zona como "las 3 M" porque se llamaban dos de ellos Modesto y el último, Manolo.
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Fotografía extraída de elespañol.com |
¿Cómo se inspiraron para realizar esta locura? En un viaje a Cuenca, vieron un bar dentro de un avión y quisieron traerlo a su pueblo. A cabeza non para.
¿Y cuánto costó armar el avión? Pues nada menos que 10.000 pesetas (unos 60 euros al cambio), mucho más de lo que ellos pensaban gastar. Pero eso no es todo, antes de mantenerlo en el mismo sitio, lo iban moviendo a diferentes parroquias del pueblo, lo que daba muchísimo trabajo al montarlo pieza por pieza y el traslado no era barato. Finalmente, decidieron establecerlo en aquella finca, por culpa de que los empresarios que los contrataban para las fiestas, estaban cansados del tiempo perdido en montarlo y desmontarlo.
Al principio esta idea tan descabellada, tuvo su éxito. Pues era algo innovador, tomarse una birra a unos cuantos metros del cielo mientras algunos coches pasaban a corta distancia. La gente del pueblo era quien solía visitar el bar y armaban muchas fiestas nocturnas en su interior, incluso traían hasta a una Pulpeira.
Aunque el júbilo duró poco, cerca de una década después, las ganancias comenzaban a escasear y lo que antes era fantástico y admirable, se convirtió en un lugar habitual de reunión que había perdido su interés. Los dueños a su vez, tenían otros negocios que atender por lo que el avión fue cayendo al vacío.
Y así fue como la finca decidió venderse a un vecino de la zona, y siguió yendo de mano en mano hasta la actualidad.
Como curiosidad, los abuelos de un amigo de la zona, compraron la finca cuando el bar aún funcionaba. Imagino que ver como el negocio decaía, debía de resultar muy melancólico, no solo para los dueños también para los vecinos que lo frecuentaban.
Hoy lo visitamos para tomarnos la última caña y darle una merecida despedida. Porque sí, ¡aún sobrevive la barra de madera!
Y para los que os preguntáis donde estaban los servicios, tenían una pequeña cabañita pisando tierra.
Ahora el avión descansa entre las zarzas, rara vez podadas y cada vez más hundido en el óxido.
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